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Sinopsis

En la comunidad vampírica, existen diez clanes, cada uno gobernado por su propio rey.
Para asegurar la paz entre ellos y preservar su identidad oculta ante la humanidad, existe el Gran Consejo, formado por diez vampiros antiguos que representan a cada clan y que se ocupa de controlarlos. Todos conviven en armonía salvo dos de ellos: los Conover y los Blasius que dedican su tiempo a pelear entre si. Mientras que los Conover se caracterizan por su uso del juicio y la razón, los Blasius adoran la guerra.
Beth es una de las guerreras del clan Blasius, pasa sus noches dando caza a sus enemigos. Ha sido educada para ser una guerrera letal que ni tiene remordimientos ni siente absolutamente nada. Las cosas empiezan a cambiar cuando Beth conoce a Th erón, un misterioso guerrero del clan Conover que se sale del patrón establecido.
Mientras estos dos vampiros luchan entre sí, una guerra se está preparando a sus espaldas. Sus antiguos enemigos, los Súcubos (seres en busca de sangre sin una pizca de humanidad) han regresado de la muerte y todos los clanes deberán unirse para pelear contra ellos. Un guerrero de cada clan será enviado para hacer frente a esta lucha que se está preparando.
Para ganar esta guerra, necesitan encontrar a la mujer que les condenó a la eterna oscuridad, sólo una brujha podrá salvarles. Los diez vampiros se verán envueltos en algo mucho más grande que ellos mismos. Para salvar su futuro, primero tendrán que conocer su pasado, y con cada nuevo descubrimiento, destaparán algo que les puede destruir.
¿Encontrarán las respuestas que necesitan? Y lo más importante ¿Serán capaces de enfrentarse a ellas y sus consecuencias?

PRÓLOGO

Cuenta la leyenda:
  Al principio de los tiempos, en las lejanas tierras de Egipto, Ra, dios de los cielos y la vida, gobernaba sobre todos junto a su esposa Nut, la cual concibió un hijo fuera de su matrimonio. Ra, como dios todopoderoso, prohibió a Nut tener a su hijo ningún día del año, por lo que Th ot, otro amante de Nut, le ganó a la luna cinco días que no entraban dentro de la prohibición de Ra.
Así, en los cinco días exentos de maldiciones, nacieron cinco dioses.

  • Osiris fue considerado un día desafortunado.
  • Horus «El Viejo» fue considerado un día afortunado o desafortunado.
  • Seth fue considerado un día desafortunado. Nació rasgando el costado de su madre.
  • Isis fue considerado un día afortunado.
  • Neftis fue considerado un día desafortunado.

  Se formó así la tríada Osiriaca, formada por Osiris, máximo jefe, su esposa Isis y su hijo Horus.
  Osiris, hermano y esposo de Isis, reinaba en el antiguo Egipto con paz, armonía y sabiduría. El Nilo fertilizaba la tierra, y las cosechas eran abundantes. Sus súbditos eran felices. Un día, Osiris salió de viaje para conocer otras civilizaciones y dejó el reino bajo el mando de su esposa Isis. Seth, su envidioso hermano, se sintió humillado, pues creía que él debería gobernar y no Isis.
  Cuando el dios Osiris volvió, Seth quiso hacer una gran fi esta de bienvenida y lanzó un desafío a los invitados: a aquel que entrase en el cofre que Seth había traído, este se lo regalaba como prueba de fi delidad y respeto. Muchos lo intentaron, pero el cofre resultaba pequeño o grande. Osiris, curioso, quiso probar y le encajó perfectamente bien. Seth sabía el tamaño del hermano y era por esto que el cofre le había servido como un guante. Inmediatamente, el hermano, ayudado por setenta y dos cómplices, cerró la caja de metal herméticamente y la arrojó al Nilo.
  Isis, con amor y confi anza, empezó su travesía para recuperar el cuerpo de su esposo. Después de largas y penosas caminatas por Egipto, la diosa encontró el cofre con los restos de Osiris. Pero el drama continuó cuando Seth, en su infi nita maldad, robó el cadáver y lo cortó en catorce pedazos que, nuevamente, esparció por todo el reino. Isis no se rindió y, en compañía de su hermana Neftis, la esposa de Seth, recorrió cada lugar del reino. Finalmente, consiguieron encontrar todos los pedazos con excepción del pene. Sin embargo, Isis reconstruyó a Osiris ayudada por Anubis y Neftis, e impregnada de él concibió a Horus niño.
  Para proteger a su hijo de Seth, Isis escondió a Horus con el dios de la sabiduría, Thot, quien cuidó de él y lo instruyó para que pudiese llevar a cabo su venganza y matar al asesino de su padre, Seth. Horus culminó su venganza, relegando a Seth a ser el dios del desierto y los pueblos extranjeros, mientras él obtenía su rango de dios de todo Egipto.
  Tras su resurrección, Osiris pasó a ser el dios de la Duat, lugar adonde iban las almas de los difuntos y por el que tenían que vagar sorteando diferentes peligros antes de poder alcanzar la paz eterna. Esto relegó al dios Anubis a ser el encargado de guiar al espíritu de los muertos al «otro mundo», la Duat.

  Tras la resurrección de Osiris, Isis encargó a sus sacerdotisas que guardasen el secreto de la inmortalidad de Osiris, ya que quería alejarlo de Seth a toda costa. Lo mandó a la Tierra y lo escondió en uno de sus templos, donde diez mujeres lo guardaban celosamente. Para asegurarse de que ni Seth ni ningún otro dios pudieran hacerse con el secreto de la inmortalidad y la resurrección, dotó a esas diez mujeres de magia sufi ciente para poder proteger bien su tesoro.
  Así, esas diez mujeres dejaron de ser humanas, para convertirse en lo que Isis llamó pájaros alados.
  Con la intención de proteger lo que su señora les había encomendado, las diez sacerdotisas abandonaron las cálidas tierras egipcias para cruzar el mar y buscar el rincón más alejado del mundo, donde todo era blanco y frío en lugar de cálido, y donde estaban seguras de que ni Seth ni ningún dios las buscarían, y por tanto jamás encontrarían el secreto.
  Isis les hizo, además, otro regalo: les concedió la vida eterna ante la promesa de que dedicarían toda su existencia a vigilar su secreto.
  Así, con el paso de los años, las sacerdotisas se establecieron en su nuevo territorio y, sin quererlo, su templo, sus costumbres y sus oraciones pasaron a ser también objeto de culto para los mortales, lo que las llevó a relacionarse con ellos en ciertas ocasiones y a poder dar un buen uso al regalo de su diosa Isis. Los mortales empezaron a llamarlas Brujhas. Lo que la diosa no tuvo en cuenta al entregarles la inmortalidad fue que, en cierto sentido, aún seguían siendo mortales. Aún sentían y tenían deseos y sueños mortales.
  Una de esas diez mujeres conoció la magia más grande que existe, el amor, y a pesar de la prohibición bajo pena de muerte y posterior condena eterna, la sacerdotisa robó el secreto de la inmortalidad de Isis y la usó para darle vida eterna a su amado y rescatarlo de las puertas de la Duat, donde Anubis le estaba esperando para llevárselo.
  Como castigo por lo que había hecho, Isis marcó a las diez sacerdotisas con una maldición en su piel, para que cuando Osiris las viera, supiese que estaban condenadas a no alcanzar la paz eterna y a vagar por la Duat y sus horrores hasta el fi n de los tiempos. La sacerdotisa había creado una nueva criatura, pero Isis no se atrevió a tocarla porque aún no había hecho nada malo.
  Pero como esta nueva criatura fue creada contra natura, su supervivencia dependía de la muerte de otros: necesitaba consumir hasta el último aliento de vida de sus víctimas. La sacerdotisa intentó protegerla de su maldición y encontrar una forma de librarla de la muerte que la perseguía dondequiera que fuese. Ella había creado a la muerte.
  La sacerdotisa pensó que si la encerraba y la obligaba a alimentarse de otra cosa que no fuese vida, encontraría la forma de salvar a su amor ante los dioses y dejaría de ser un peligro para el mundo, pero se equivocó.
  Con las fuerzas de la naturaleza no se juega, y ella lo entendió muy tarde. Cuando quiso darse cuenta de lo que había hecho, su propio amante, al que había dado la vida y por el que había perdido su eternidad, la mató.
  Isis no pudo permanecer impasible, ya que había cometido un crimen imperdonable, así que condenó a la nueva criatura a vivir entre las sombras, sin poder ver lo que para ella era más preciado, el sol. Horus se encargó de que si aquellas criaturas veían la luz del sol, quedasen fulminadas al instante. Así, se aseguraría de no tener que temer por ellas, ya que siempre vivirían en sitios oscuros y bajo tierra.
  Con la muerte de su compañera, las otras nueve sacerdotisas intentaron recuperar el perdón de Isis deshaciéndose de la criatura, pero ellas no tenían el poder para arrebatarle su inmortalidad, por lo que a espaldas de Isis llamaron al dios Seth, el cual les dio un hechizo para destruirlo. Lo que no les dijo era que lo único que haría sería crear a otra criatura capaz de enfrentarse a él. Las sacerdotisas no contaron con que, al ser hijos de Seth, dios de las tinieblas, estas criaturas serían un ejército de destrucción que se volvería en su contra.
  Cuando Isis se enteró de lo que habían hecho, las maldijo a todas como había hecho con aquella primera, prometiendo que su venganza llegaría por haberle fallado y haber creado semejantes criaturas, traicionándola al haber hecho caso a Seth.
  Habían creado dos nuevas razas que habían alterado el orden natural; la primera raza creció y se perpetuó en el tiempo.
  Con el paso de los años, surgieron las luchas por el poder, se derrocó al rey vigente y la pelea por el trono duró más de doscientos años. Fue entonces cuando se decidió que aquella comunidad se dividiera en diez clanes, cada uno con su propio rey. Cada uno de esos clanes envió a uno de ellos para formar parte de lo que se llamó el Gran Consejo. Ellos se encargarían de preservar la paz entre los clanes, asegurando así que su identidad frente al mundo mortal se mantuviese oculta.
  Esos seres han llegado hasta nuestros días y se les han dado muchos nombres a lo largo de la historia: el más conocido, vampiro. Pocos saben de dónde proviene el nombre, los rusos los conocían como upir, un vocablo que probablemente venga del tártaro uber, o bruja.
  Con su propia existencia ligada a sus creadoras, las Brujhas, los vampiros arrastran muchas maldiciones por los crímenes cometidos en su creación, entre ellos el ser incapaces de deshacerse de sus emociones. Esos sentimientos los atormentan durante toda la eternidad, haciéndoles sentirse responsables por las faltas del pasado, no dejándoles olvidar sus ofensas y obligándoles a mantener ese peso de su mortalidad.
  El sentimiento más peligroso y al que más temen los vampiros es el amor. Ese fue el responsable de su creación, pero también de su condena eterna. Aunque un vampiro siempre se verá atraído por él, sus propios instintos lo conducen directamente al borde del precipicio.
  Pero las segundas criaturas también vivieron y crecieron mucho más rápido que los propios vampiros, los súcubos, las creaciones de Seth, también vagan por el mundo, esperando su oportunidad para liberar la sed de venganza sin límites, que es su tarea principal.
  Para asegurarse de poder tener a estas criaturas controladas, Horus y Anubis mandaron a sus propios ejércitos a vigilarlas, ambas creadas a su imagen y semejanza. Los Vreyta y las Balshariat, por miedo a que les sucediera lo mismo que a Isis y a sus sacerdotisas, no les concedieron el don de la inmortalidad, sino que los propios Dioses, se encargarían de ungir a los que creyesen merecedores del don y regalarles una vida prolongada, pero nunca inmortal.
  Mientras que unos esperan, otros buscan el enfrentamiento.
  Puedes correr, puedes huir, incluso gritar, pero jamás esconderte. Nada es lo que parece y nadie es quien aparenta ser. Los inmortales siguen caminando entre nosotros, alerta, vigilando, esperando su momento para resurgir de las profundidades de las sombras.
  Cuando tienes todo en tu contra, la guerra por la supervivencia es inminente. ¿Y tú? ¿Te atreves a entrar?
  Bienvenido al mundo de los instintos, donde los buenos no son tan buenos y los malos no son tan perversos como todos creemos. Abre bien los ojos, algo grande se aproxima, y puede suceder en cualquier parte y en cualquier momento.

Conoce al autor

Kris W. Álvarez

Nacida en Madrid en 1991, es apasionada de la lectura desde que tiene uso de razón. Desde pequeña, siempre que un libro le apasionaba, terminaba imaginándose miles de historias con los personajes de esos libros. Le gustaba cambiar escenas o añadirlas hasta que empezó a crear sus propias historias. Actualmente es estudiante de publicidad y relaciones públicas. Desde pequeña le ha encantado escribir y sigue con esa pasión. Otra cosa que adora es la música, no pasa un solo día sin escucharla, eso y la gran imaginación que ha tenido siempre, han dado lugar a la saga Instintos en la que lleva tiempo trabajando.
La palabra que la defi niría es cabezota además de adicta a la cafeína. La saga Instintos lleva un par de años perdida en alguna carpeta dentro del ordenador y, por fi n, se ha decidido a darle una oportunidad. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Obsesión es su primer libro y la saga Instintos, un sueño hecho realidad.

La guerra por la supervivencia ha comenzado

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